lunes, 26 de octubre de 2015

ESPECIAL HALLOWEEN DE "EL BRILLO DE LA TINTA" EN EPIKA DIAL EL PASADO DOMINGO 25 DE OCTUBRE DE 2015

El pasado domingo 25 de octubre de 2015, coincidiendo con el fin de semana gótico de Whitby (Reino Unido), y con la inminente celebración de Halloween, decidí dedicarle buena parte de mi programa radiofónico, "El Brillo de la Tinta", en Epika Dial a estos eventos.


Las tumbas están próximas a abrirse, poderes sobrenaturales que no somos capaces de comprender quedarán libres, y horrores sin nombre fruto de mil imaginaciones perversas se disfrazarán para buscar el preciado premio de un alma que llevarse al Averno. Hasta que eso suceda, aquí os dejo el enlace de la emisión del programa:

http://www.epikadial.com/mp3/elbrillodelatinta/lobo25octubre.mp3



Una vez más, dar las gracias a Epika Dial por cederme ese espacio en sus ondas y a todos aquellos que estuvísteis escuchando durante la emisión.


RELATO "EXITUS LETALIS"

Os presento este nuevo relato, homenaje a uno de mis relatos favoritos de H. P. Lovecraft y al propio genio de Providence, del que celebramos el 125 aniversario de su nacimiento en este año.

Mi sugerencia musical:

 
GRAHAM PLOWMAN - Herbert West: Reanimator Original Soundtrack

Espero que lo disfrutéis.

Un saludo.

EXITUS LETALIS



La chica entró en la estancia derramando sangre a borbotones. Se desangraba por momentos. Poco a poco, su piel iba adquiriendo el característico tono a cera de las velas y sus ojos se apagaban con gran rapidez.

–¡Doctor West! –gritó una de sus amigas, a pleno pulmón, pero sólo recibió el silencio por respuesta–. ¡Doctor West, maldita sea! –volvió a gritar–. ¡Se muere! ¡Se muere, joder!

Herbert West apareció por la puerta. Su cabello rubio impecablemente peinado y su mirada de ojos azules, clara y carente de toda expresión, les puso a todos la piel de gallina. Aquel hombre aparentemente tranquilo e imperturbable tenía un algo, un no-sé-qué que les causaba escalofríos.

Depositó sobre una mesa próxima una manta con material quirúrgico. Tenía las manos manchadas de sangre cuando se inclinó a observar a su paciente. Procedió a auscultarla rápidamente, con una precisión impresionante, y a una velocidad que ninguno le pudo suponer a un hombre menudo de actitud tan aparentemente contenida.

–Se va –confirmó el médico.

–¡Haga algo! –le chillaron al unísono.

West los miró uno por uno, inexpresivo, impertérrito. Luego, con voz calmosa, y esbozando una inquietante sonrisa, les dijo con toda tranquilidad:

–Aún no. Tiene que ser en el mismo momento en que se produzca el exitus.

 Y comenzó a extraer instrumental quirúrgico con el que iba restañando cada una de las heridas que habían destrozado aquel cuerpo, antes tan bello y deseado.

Una voz, un llanto,… suplicó:

–Por favor… que no muera…

West estaba trasteando en las entrañas de la chica. De pronto giró una de las manos dentro de la cavidad torácica y palpó en el interior de la misma, como si hubiera perdido el reloj.

Nuevamente, la inquietante sonrisa afloró en su rostro.

–Ya queda poco. Está a punto de producirse el óbito –confirmó, extrayendo los antebrazos del torso y suturando a toda velocidad–. Tengo que darme prisa.

Acababa de terminar de colocar el último punto de sutura cuando un silbido prolongado y ronco escapó por entre los débiles labios de la agonizante. West se inclinó sobre el rostro y buscó señales de vida.

Exitus Letalis –anunció, extrayendo de su manta quirúrgica una jeringa con una sustancia fluorescente en su interior.

Pintó el torso con gran rapidez, con movimientos exactos, profesionales, y empujó el émbolo hasta que todo el contenido se inoculó en el inmóvil músculo cardíaco del cadáver.

West se levantó y se apartó del cuerpo sin dejar de mirarlo fijamente.

–Será mejor que os echéis a un lado –advirtió–. La resurrección es un proceso doloroso y sumamente traumático que no suele ser agradable para quien lo sufre.

Todos lo miraron asombrados.

–¿Resurrección? –se atrevió a preguntar alguien.

Entonces el cadáver convulsionó violentamente, vomitando un caño de sangre oscura y pestilente por la boca los ojos se abrieron hasta extremos increíbles, y las manos comenzaron a arañar el aire mientras un gruñido gutural anunciaba su regreso al mundo de los vivos.

 

© Copyright 2015 Javier LOBO. Todos los derechos reservados.

viernes, 23 de octubre de 2015

MICRORRELATO "DATE PRISA"

Os dejo mi último microrrelato, adelanto de mi libro de relatos de terror. Como siempre, está registrado pero no está completo. Así pues, copiones abstenerse.

Mi sugerencia musical es:
JEERY GOLDSMITH - Ave Satani (OST The Omen )


Que lo disfrutés... teniendo múltiples escalofríos de horror.

DATE PRISA



La cadena de los grilletes tintineaba según agitaba mi muñeca. Tironeaba de la argolla una y otra vez en un fútil intento por liberarme de aquella presa de acero niquelado, con resultados más que infructuosos.

Bueno, no del todo. Me había provocado un intenso dolor en la muñeca, que no cesaba de latirme con insistencia, quejándose en silencio por aquel incesante castigo. La piel se había arrollado en algunos puntos en los que había comenzado a brotar la sangre, en tanto una marca púrpura perfecta señalaba el lugar en el que la mandíbula se había apretado contra mí.

La puerta se abrió. El elegante policía corrupto me miró con una sonrisa en los labios.


–No debiste intervenir en esta guerra –me dijo muy suavemente, acercándose con pasos lentos–. Hay poderes superiores a nosotros, a los gobiernos, incluso a Dios, pugnando en este campo de batalla. Y esta contienda no se va a perder por una insignificante hormiga.

Me rechinaron los dientes en la boca. Comencé a sudar copiosamente. Se me erizó el cabello de la nuca. No le perdí de vista ni un solo instante, porque sabía que algo iba a suceder.

Algo terrible.

Un cuchillo brilló en su mano. Su sonrisa me resultó tan afilada como el acero que sus dedos sostenían tan firmemente.

Para mi sorpresa, me arrojó la hoja, que rebotó sobre la desgastada superficie de la mesa hasta quedar inmóvil ante mí.

–Libérate, o mátate –me soltó con indiferencia–. Lo que prefieras. Me importa una mierda. Pero date prisa.
Abrió la puerta y se fue, dejando a sus espaldas el eco de una risa macabra que flotaba en el aire.

Algo llenó la estancia. No sé qué fue, pero la lleno. Las sombras se movieron muy lentamente y fueron adquiriendo formas y tamaños tridimensionales.

Entonces lo comprendí.

Apenas sí tuve tiempo de empuñar el cuchillo cuando se me arrojaron encima.




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